LLUVIA

Llueve mucho y de muchas maneras de llover: lluvia fina, lluvia gruesa, lluvia de frente, de lado, ventiada de un lado, ventiada del otro y lluvia recta como cuchillas pesadas.

 

El jardín se ha anegado de agua y cuando la lluvia serena y engañosa cae, hace burbujas que encapsulan aire y agua al tiempo, las dos no se contienen y explotan, dos fuerzas preciosas que se atraen, se juntan, se conservan y finalmente se separan en una formidable danza de aire y humedad. Así es todo aquí, un universo mismo contenido.

Es extraño estar mojado por la lluvia y dividido al mismo tiempo, como si no fuera suficiente ya estar empapado de tanta agua y sentirse seguro de querer estar seco;  pero así somos los bípedos, seres inclinados hacía algo o hacía alguien, aunque a veces, inclinados hacía los dos lados.

 

Las eufonías, los toches pico de plata, los trepatroncos, los colibrí ermitaño, los diostedés, navegan en medio de las ramas como si flotaran en medio de algodón, llevando comida en sus picos, sin afanes ni inclinaciones, sin estar divididos y sin importarles estar mojados o secos. Ellos solo flotan, saltan, viajan emplumados sin tener que pensar en esta lluvia que cae y cae como si desde arriba no quisieran que aquí, la tierra nunca fuera seca.


Decimos con insistencia que somos polvo, pero en realidad somos agua, aquí todo es agua, hasta cuando no llueve, uno lleva su lluvia encima de sudor, lágrimas y humedad.

 

Llevo un par de noches en medio del mar y la selva. Al frente el mar, de espaldas la selva. Llueve con fuerza y los rayos en la noche se estrellan con la tierra y mueven la cabaña donde duermo, siento miedo, pero estoy tranquilo, aún confío que la naturaleza que da y quita, nos protege. Me despierta una sinfonía de rayos y truenos que iluminan toda la inmensidad de lo inmenso y recuerdo un papelito donde traía un fragmento de un poema de Paul Valéry.

No puedo leerlo bien. Bajo las escaleras mojadas con el celular para iluminar el papelito con el fragmento. Al fondo el mar golpea con fuerza y el choque de la lluvia, los truenos y las olas hacen un espectáculo digno de sentir pavor y calma al tiempo. Leo el papelito:


¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,

piel de pantera, clámide horadada

por los mil y mil ídolos solares,

hidra absoluta, ebria de carne azul,

que te muerdes la cola destellante

en un tumulto símil al silencio.”

 

La luz del celular se apaga y vuelve una oscuridad plomiza, los truenos siguen iluminando todo de a chispazos y mi silueta mojada se deja notar en medio de los contornos negros que se dibujan de la casa, las plantas y el monte tupido de rugidos, sonidos y presencias que no puedo ni sentir ni escuchar.  Mi presencia es solo una pequeña parte de ese paisaje atmosférico que es todo en este momento y mientras me ilumino y me apago en la oscuridad, mi pensamiento hace lo mismo, viajando en medio de las olas agitadas y del estruendo relampagueo.

 

Con la misma seguridad de la luz con la que me tocan los rayos y la misma permanencia de su fuerza, apareces vos en medio de las luces que iluminan y oscurecen todo. Entonces busco el teléfono de nuevo y veo tu foto y un flash de trueno te ilumina como si hasta el momento te revelarán en mi. 

 

La luz del rayo cae y yo me estremezco y se que el rayo pisó la tierra y sacudió la casa, pero no. Me ilumino y me apago conforme los rayos van y vienen mientras tu imagen navega por estas olas que golpean mi costa, una y otra vez en un continuo centelleo de rayos, truenos, aves, plantas. Electricidad permanente recorre la noche que apenas empieza a darle la bienvenida a la madrugada donde tu nombre que contiene el mar me lleva en un fogonazo continuo, moviendo incesantemente lo que sostiene esta casa interna. 


La luz de tu imagen sigue recorriéndome como la luz de los truenos y yo me voy apangado e iluminando conforme voy sintiendo que estás aquí en medio de este paisaje marino dotado ahora de delirios míos pero destellantes. Una circunferencia de luces atraviesa mi cuerpo y me iluminan en medio de la lluvia, me confunden el adentro y el afuera, pues tu recuerdo y tu imagen me ponen en medio de la tormenta y me golpean con intensidad en medio de olas y fuerte ventisca, me enciendo y me apago conforme los rayos caen y sacuden mi tierra, me sacudo y me muevo. Todo es un juego molecular donde ya no me pertenezco, desordenados mis átomos para hacer aparecer una y otra vez más las olas, el viento y la lluvia que continúan con su baile de tiempos inmortales.

 

La madrugada termina con un fuerte viento de fresca lluvia y de un sonido calmado de olas y hojas de los árboles, me levanto con las sábanas húmedas por el viento y la lluvia, con el pensamiento aún agitado, eléctrico el cuerpo por el recorrido en las venas de esta diáspora en medio de la humedad, el escalofrío y los sonidos que aún me sacuden. Me pregunto desorientado: ¿Es un sueño? 

 

Vuelve la lluvia, cae la noche.

 

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