Blanco

 

"No tenía ganas de nada. Sólo de vivir"

Juan Rulfo.


En el Chocó, Blanco se “enredó con una viejona” él con 22 y ella con más de 40 años, la hizo parir y al mes de parida se escapó, ella quería cortarle la cabeza por estar en la calle a horas que debía estar en la casa. Lo iba a matar.

 

Se voló y 14 años después apareció de nuevo reclamando al niño, pero su hijo fue asesinado por la guerrilla o los paramilitares. El muchacho hacía “mandados”, se fue a Turbo Antioquia porque vio amenazada su vida y un día salió de donde estaba y lo mataron, Blanco no pudo reencontrarse con su hijo, más nunca. 

 

Se fue para Chigorodó a trabajar a una finca, su patrón tenía 6 hijas.  Miladys, una de ellas,  de 14 años, se enamoró con Blanco. Y como  pasa siempre, él no era de agrado en esa casa. Se fue a otra finca a trabajar, no sin antes planear la fuga con su amada para tres meses después. Paciente esperó y una tarde con dos primos se fue monte adentro a esperar a que la noche cayera y a que Miladys con una mano adelante y con la otra atrás lo buscara en medio de matorrales y montaña.  

 

Se escondieron por un mes, al mes y con la gracias del papá de Miladys que tenía 300 héctareas de tierra, les propuso volver y les dio 2 hectáreas, pegadas a la montaña. 

 

Los enamorados se fueron con los primos cómplices de la fuga, hicieron una casa, trabajaron la tierra hasta que la guerrilla y los paramilitares hicieron que el papá de Miladys vendiera todo y saliera con sus hijos y su yerno a buscar una vida sin problemas a Montería. 

 

Con la plata de la tierra se compró un carro en Montería y una finca adentro de Córdoba, en Tierralta. Blanco se cansó del carro en Montería y de la vida con los suegros, se fue otra vez para el monte con su esposa adentro de Tierralta a cortar cuanto árbol le pusieran por delante, le valía poco si tenía 800 años o 50, había que comer y ganar plata para 3 hijos que ya tenía con Miladys. 

 

Quiso comprar una tierra con trabajo, 2 hectáreas, el negocio se dañó porque el fulano lo quiso engañar y transaron por 400 mil pesos. Llegó otro negocio por trabajo, los 400 mil pesos y un millón quinientos, 10 hectáreas de tierra. Lo pago todo con madera del nudo de Paramillo y con el tiempo terminó comprando otras 10 hectáreas, 20 ya que trabaja su hijo Julio, un hombre pequeño de ojos chiquitos con una sonrisa tan dulce que hasta el sol de esa tierra de calor, baja a verlo sonreír.

 

Yo conocí a Blanco, un hombre fuerte con un machete afilado y una voz que sonríe, Julio su hijo, es callado y uno intuye lo bueno que es, así como su padre. De pendejos no tienen ni un pelo. Conocen la tierra, la saben trabajar y de lujos solo prefieren una hamaca, la compañía de los suyos y la ilusión de la tierra que da, deja de dar y vuelve a dar.

 

Tienen la paciencia tan brava como la madera que sin miseria cortan o cortaban, porque en una bonga se les apareció un águila y bueno… eso es otra historia.

 

Fui y volví de donde sale el sol, un sol que es otro sol y una tierra que es una tierra otra, los conocí y el día que me despedí de Blanco montado en una burro llamado Chacho, nos tomaba fotos mientras nos alejábamos en un carro de estacas, parados e inseguros mientras él, sonriente, galopaba con las manos al aire tomando más fotos sabiendo que el amor se quedaba allí, al lado de su casa donde intentábamos dormir.


Comentarios

  1. “hombre pequeño de ojos chiquitos con una sonrisa tan dulce que hasta el sol de esa tierra de calor, baja a verlo sonreír”

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  2. Que linda historia, uno desea que Blanco sea muy feliz siempre.

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