Vamos tres. Seis con las sombras.

 Por ahí llegará Justo Molina a la hora fijada, sobre su caballo alazán, arrastrando su sombra como si llevara un muerto seco al lado.  [Vamos tres. Seis con las sombras].”

Cuentos de Zona Torrida – Manuel Mejía Vallejo.

 

Yo nunca supe si lo iba a conocer y nunca lo hice, lo hice después, por metido y sapo como decimos en Antioquia. Ya no estaba vivo, pero estaba aquí en todos lados y en todas las personas que si vivieron con él. Bien se sabe que en la ausencia se hace más persistente la presencia.

En 1998 cuando por fin entré a la escuela de Artes de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín, me recibió por primera vez Javier Restrepo, tampoco sabía quíen era él. Finalmemte todo estaba conectado. 

Javier fue un pintor muy importante para el mundo insipiente de la pintura en Medellín, junto con Dora Ramírez innovaron en el arte Pop en una ciudad pacata y falta de conceptos en la Medellín de su tiempo. Fue mi profesor de Bidimencional, así se le decía al dibujo en ese tiempo. Para él, conocer el cuerpo humano y su proporción era la base fundacional de la proporción de todo. 

Javier estaba medio desconfigurado, después de caerse de un piso alto y tener que volver a empezar a aprender otra vez todo, volvió en sí hablando en latín, le tocó recordar las palabaras de su lengua. Él también lo conoció, seguro por la cercanía con Dora, pero con él nunca pude hablar de Manuel.

Un diciembre me preguntaron en la familia que quería de regalo. sin dudarlo, dije: hay un libro que se llama Pedro Páramo que esribió un señor mexicano, Juan Rulfo. De Rulfo y de Pedro Paramo hay tantos elogios, que escribir alguno, es un descaro insulso.

Hablo de Rulfo por dos razones, sobre todo porque es por ellas que se conoce a Manuel y a Juan en Colombia. Uno porque su novela corta, la de Rulfo, fue llevada a la televisión y segundo porque una de sus novelas importantes, la de Manuel, también fue una telenovela adaptada. El gallo de oro una y la otra, La casa de las dos palmas. 

 Dora Luz Echavarria es la esposa de Manuel y la conocí por tres razones: porque en el 2023 se cumplian los 100 años del nacimiento de Manuel, su esposo, los cien de su madre, Dora Ramírez y porque ella es  la madre de los hijos que tuvo con Manuel, vivió con él y pudo leer y corregir algunas de sus obras. 

La presencia de Dora Luz y de Dora Ramírez en la obra de Manuel es fundamental en uno de los más brillantes escritores de América latína.

Por las casulaidades de la vida me habían regalado la obra resumida del Juan Rulfo y a mi me interesó volver a leer El llano en llamas, El gallo de oro y Pedro Páramo. Para mi sorpresa, las coincidencias literarias con Manuel eran de no creer. Cuentos de Zona torrida con El llano en llamas y La casa de las dos palmas con Pedro Páramo, son realmente en el estilo literario tan parecidos en su estructura y forma, que si se mezclan los textos, podría uno confundirlos. 

Manuel y Juan se conocieron, lo se porque hay foto y Dora Luz me lo contó. Se vieron una vez en México con Gabo y antes de disparar la cámara donde solo iban a estar Juan y Manuel, Gabo la interrumpió y dijo: Yo también quiero estar.


Llegue a Ziruma, una casa en el oriente de Antioquia en un pueblo que se llama El Retiro. Allí vivió Manuel. Me había citado con su hijo Pablo, con su esposa Dora y con dos de sus más cercanos amigos, Juan Luis Mejía y Eduardo Peláez, de los Pelayes del retiro, decía él.
 

Ese día me contaron muchas cosas, menos de las cosas que a veces no se hablan de las personas amadas, sobre todo cuando uno supone “perfectas”. Juan Luis y Eduardo hablan de Manuel con un cariño intenso, no por las palabras, sobre todo por los silencios que hacen cuando mencionan sin sonrisa los recuerdos con él. Manuel tenia muchos vicios, sobre todo el de saber amar, el mejor que cultivó.

La obra de Manuel es inmensa y poco leida, a mi pesar, en su obra habla del alma humana como los escritores que decimos grandes. Hizo escuela en el cuento que es la mayor escuela y la más difícil, no por nada Rulfo decía que Manuel era uno de los mejores cuentistas de América.

Sus palabras hablan del ambiente del suroeste de Antioquia envuelto en niebla, pájaros y su destino a la luz de su familia antioqueña en la casa de las palmas, como le sucede “a los soñadores que no despertamos” , por eso su destino fue el exilio en centro América para volver a su tierra y hablar de los clásicos españoles que conocía de pe a pa.

Esa tarde con su familia y amigos, Juan Luis me dijo:

-Las noches de la vigilia

-Cuentos de Balandú 

-Cuentos contra el muro

Son cosas que escribió Manuel como bocetos de las novelas:

-La casa de las dos palmas

-Tardes de verano 

-Los Invocados

-Los abuelos de cara blanca (novela a medias dice Juan Luis Mejía). 

Vimos el mecanuscrito de La casa de las dos palmas con las correcciones de Dora Luz y al lado del árbol donde sembraron sus cenizas, Juan Luis reflexionaba dos cosas, la primera es que Manuel nació el día del idioma y la segunda, parafraseando a Carld Sagan decía: “acordémosnos que un libro se hace a partir de un árbol y por eso es que sus partes, todavía se llaman hojas”.

Eduardo ese día le dijo a Dora que Manuel la había querido mucho y que por eso en Las noches de la vigilia la dedícatoria era para ella:
A Dora Luz.
“Seco. Porque el amor, cuando se refiere al público debe ser seco y en la privadez...mojado”

Las noches de la vigilia es un libro determinante en la producción de Manuel, sin duda alguna.

Ese día me fui a casa con el encuentro de alguien que conocí a través del tango y la pintura y que por los lados, de manera oblicua me lo fui encontrando en la literatura.

Al dejar Ziruma me quedó la sensación al despedirme de estar con seis: Dora, la presencia de Manuel y sus sombras: Pablo, María José, Valeria y Adelaida. 

Eran dos, seis con sus sombras. Sus hijos.

 

 

 

 

 

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