Como cuando llueve y escampa
“El lenguaje es la casa del Ser. En su hogar habita el hombre. Los que piensan y los que crean con las palabras son los guardianes de este hogar.” – Martín Heidegger.
Era temprano, había decidido trabajar de nuevo como empleado. Llevaba tiempo ya trabajando en una agencia de publicidad y luego de free lancer, hacía trabajos para el gobierno y para una agencia de publicidad muy conocida.
Me ocupaba del trabajo sucio, el que no le gusta a los creativos, ni a los ejecutivos. Luego, hacía lo de los creativos y lo de los ejecutivos. Total, como pasa con todo en la vida, se acabó y el negocio se fue y la plata de los ahorros se terminó.
Tocó volver a buscar trabajo y terminé ganando 3 veces menos de lo que ganaba, trabajaba 12 meses del año y no ya 8, como acostumbraba.
De vuelta a una sala de edición, un sábado a las 9 de la mañana llegó un señor, con pelo largo y sombrero. Olía a cigarrillo con tinto y ropa limpia. Ese día nos conocimos.
Con mucho respeto me entregó el material que debíamos editar, me preguntó si sabía que era el “hilo de Ariadna”, le dije que sí, que sí señor y con mi habitual simpatía le pregunté: ¿Usted tiene pietado (pietar es separar los fragmentos que uno necesita para poder armar las secuencias de un documental, película, entrevista, etc.) o lo vamos a tener que ver todo? Él con su acostumbrada cortesía me dijo, así como es él. “Yo tengo todo ya listo”.
Yo a usted nunca lo había visto por acá, me dijo. Le respondí que era nuevo. Me preguntó que cuál era la razón por la que conocía la historia del hilo de Ariadna. Ese día trabajamos poco, conversamos mucho.
Han pasado muchos años hoy, muchos le dicen Don Luis, yo casi siempre le digo Piscuis.
Siempre dice, él, que yo echo mucha cantaleta y que cuando no, estoy ocupado echando cantaleta, pero hay que verlo a él.
Luis ha sido un periodista de la vieja usanza y lo hizo todo en Antioquia, hasta que un día en medio de esos años de guerra entre Pablo Escobar y el gobierno, lo llamaron a él, mejor dicho, Pablo Escobar lo eligió para que fuera Luis quien lo acompañara el día que se iba a entregar a la ley. Eso lo hizo famoso al interior del país, porque en Antioquia era el delirio de todas las señoras, sobre todo. No por nada a veces le decimos “Luis Delirio Calle”.
Trabajó en el periódico El Mundo con periodistas de máquina de escribir y lapicero con libreta y en el informativo de Antioquia, diario que dirigía en Teleantioquia canal regional.
“vos me pareces inmamable, pero te tengo que ver, quedé, como cuando llueve y escampa”, cuenta piscuis que un día le dijo eso un taxista. En ese tiempo no tenía pelo largo, parecía un erizo con boso. Eso con el tiempo fue cambiando a pelo largo con sombrero, “desde que yo era seminarista a mi me ha gustado ser peludo”, en un tiempo se le habrá olvidado, uno no sabe si por aparentar o porque quería ser como dicen por ahí “políticamente correcto”
Nació el 2 de mayo de 1956 en Yarumal Antioquia, se hizo seminarista y al parecer no se dio cuenta de una cosa, extraña al parecer, para un ser tan sensible a la vida: “Me había demorado mucho para saber que allá no había mujeres” dijo un día, dando razón por la que había abandonado el hábito católico. Como si los hombres y las mujeres se parecieran en algo, guevón tan bobo.
“Decirle a un amigo que me preste plata, decirle a una muchacha que me gusta, me da muchísima brega, por eso sufrí mucho cuando era pelado para tener una novia, yo no soy capaz de decirle a nadie nada”. Él es muy tímido, quizá por eso nos hicimos tan buenos amigos, “la bobada se pega” decía mi abuela, ella también decía que “de la cintura para abajo nadie es bobo”, será por eso que Luis se ha casado tres veces, tímido el hombre.
“Yo quería ser cronista” dijo un día en una entrevista. Eso es lo que ha hecho, contar historias con palabras lentas, sobando una bola de cristal pequeña o un lapicero, mañas que desde que se, han estado con él. Bueno, también tomar café y fumar como si no hubiera un mañana.
Con Luis hemos compartido muchas cosas, sobre todo la amistad, sin reproches y cada vez que se puede; igual a la honradez cuando sucede.
De él he aprendido muchas cosas, entre otras que el primer sacramento es el trabajo, así no sea o no esté escrito como sacramento (pero eso es otra historia), lo más importante que me ha dejado es: que en las palabras habita la creación y él, Piscuis, ha sabido vivir así, en la creatividad de las palabras.
Un día me contó una historia de una volqueta maldita que se llamaba “La criminal” y en ella se habían accidentado tres de sus dueños. Marco Luis, nombre ficticio que Luis Alirio le puso al personaje,(real por supuesto, el personaje y la historia) compró la volqueta a pesar de las muchas voces que le decían que esa chatarra estaba maldita, lo sermoneaban amigos y familiares.
Marco Luis les decía a todos que con unas buenas palabras cariñosas convertiría a “La criminal” en otra cosa y la calmaría.
Marco Luis, llevó “La criminal” a un taller para recomponerla, con plata prestada como hacemos los paisas con los embelecos y testarudez, la puso bonita, oliendo rico, con llantas nuevas y piezas que antes le faltaban.
Antes de sacarla a la calle, Marco Luis le pintó adelante en el “bomper” bien visible:
“LA ARREPENTIDA”.
Nunca le pasó nada malo a Marco Luis en su volqueta.
Así es Piscuis en la vida de uno, como Marco Luis con su volqueta. Con sus palabras lo va componiendo a uno, con palabras pausadas y lentas y lo va dejando a uno como “cuando llueve y escampa”.
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