El oficio del editor

“Sólo siguiendo este camino tiene sentido verdadero el acercamiento entre el ser vivo y el objeto técnico, más allá de cualquier mitología.”

Gilbert Simondon.

 

Aprendí como un oficio, la edición de video, con ella pude construir con las manos infinidad de historias, noticias, documentales, series, animaciones. 


En ese tiempo ese oficio era respetado como si fuera un zapatero, un luthier o un tejedor de Prêt-à-porter. El mundo era otro y en esa transición entre lo analógico a lo digital, creíamos en la disciplina de lo que hacíamos con las manos, bien fuera con una aguja o con un ratón de computador.

 

Antes de que la locura de la inteligencia Artificial se apoderara de la disciplina y el pensamiento, Gilbert Simondon en su sistema de pensamiento filosófico ya había dispuesto la visión para ver que la materia es una forma inestable que en su potencia de ser muchas cosas llena de tensiones internas, compuesta de tendencias que se organizan para ser una realidad que se dispone de gestos técnicos como una invención regulada, dejo ver que : El carpintero no “domina” la madera: se adhiere a su veta, anticipa sus fibras, advierte sus nudos. Tecnología pura y dura.

 

Tener un oficio, llámese como se llame, consiste en hacer un acto mecánico con una forma consiente de ejecución que posibilita ver la potencialidad de la materia sin violentarla, con la oportunidad de tocarla, de reconocer en ella no su forma servil, en su docilidad, sino, de su disposición de entregarse para transformarse en la relación del cuerpo que la toca y de la forma que se entrega. Es decir, hacer con el tacto, con lo que uno toca. 

 

Editar, es pues, un acto artesanal que requiere construir con pedazos el cuerpo de una forma narrativa que dice, que habla, que comunica en la posibilidad de los espacios de los trozos individuales que configuran la unidad de un solo ser compuesto de una voz inseparable de un mundo compartido.

 

Editar, sigue siendo un oficio que, a pesar de su popularización en las formas de su hacer mecánico, sigue siendo un arte manual, una artesanía que requiere unir con insistencia y con la imprecisión de la corrección, juntar una cosa con otra; una artesanía que involucra la inconsistencia de una materia que cada vez que se toca, es otra.

 

Como casi todos los oficios ha entrado en desuso, especialmente por la fácil creencia de los mecanismos técnicos que la hacen ver simple, elemental y prescindible. 

Pero como cada cosa que se toca y que se hace con las manos, este siempre será un oficio que se hará con el pensamiento de lo impreciso, de la inconsistencia de la indecisión humana, es decir, con el deseo de hacer una cosa que se hace y que se quiere otra. 

 

Como todos los oficios, cada vez vale menos, pero como zapateros y carpinteros, se necesitan más para hacer que de a pedazos juntos, se hagan historias, recreando un hacer técnico en una experiencia creativa, abierta en su relación de sentido.




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