Sílvio Milanés


En 1998 conocí las hermanas Rincón y con ellas un casete de 90 minutos que se disparaba en las noches mientras dormíamos.

 

Alguna de las dos se paraba de la cama y le daba la vuelta a la cinta. El casete nunca paraba de sonar; en la banda plata que tenía el casete para que uno lo marcara con bolígrafo decía: Silvio – Milanés.

Ese ritual se consumía toda la noche, todas las veces en la semana.

Silvio – Milanés era la cinta de pila de esa casa y tenía las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, sonaron y sonaron allí, mientras conviví con ellas. 

Ritual de noche, casete de 90 minutos y vuelta y vuelta toda la noche, cocinado el casete como un pastel.

 

Después… fue parte de la banda sonora de la universidad, de las salidas de noche emulando la revolución y los deseos de estudiar en San José de los Baños, imaginando la revolución que nunca vivimos y de la violencia que nunca supimos de ella.

 

Idealizamos al Che, a Fidel a Silvio y a Pablo, creímos en todos ellos, en su música, en sus palabras y todas ellas al final se fueron con lo que dejaron de hacer porque dejaron de ser lo que creía la maza… que cosa fuera…

 

Seguí creyendo en ellos, menos en Fidel. porque “yo me muero como viví”. 

 

Hasta que un día, el día en que conocí a Pablo y le pedí que me dejara transmitir para televisión abierta su concierto y su esposa entre enfurecida y escandalizada me comunicara que era imposible porque los derechos de la música que iba a cantar eran de la disquera y que, si no le pagábamos, era imposible escucharla por la televisión pública.

 

Así que su generosidad alcanzó para 15 minutos de entrevista y 3 canciones, lo demás no se pudo, porque no había plata.

 

De Sílvio se Sabe que fue un defensor acérrimo del castrismo, negando los crímenes de lesa humanidad cometidos en Cuba, pero su música es una cosa y la idolatría que se tiene por él es otra, incluso haciéndose uno el “necio” por su guitarra y su voz.

 

La Política es un tema en su obra, pero también es una bandera que se ondea a la revolución de moda.

 

Sílvio es un gran compositor que ha explorado las emociones y revoluciones del alma, con un legado musical sensible y con una potencia invaluable para mover “la maza”.

Él es tan distinto que a sus 78 años llena estadios y hace cantar a jóvenes, viejos, no tan viejos y no tan jóvenes.

 

María Alejandra me llevo a verlo y a fuerza de resistencia, como me enseño él y su estereotipo de Cuba, fui.

Disfruté su música, más que su canto, porque:

Emilio Vega en el vibráfono

Jorge Aragón y Malva Rodríguez en el piano 

Oliver Valdés en la batería

Rachid López en la guitarra

Niurka Gonzales en la flauta y el clarinete

Jorge Reyes en el contrabajo

y Michael Elizarde en el tres, hicieron de la ya gastada y legendaria voz de Sílvio, fuera una experiencia sonora inigualable, que lo acompañaran y lo hicieran ver y escuchar como un verdadero unicornio azul.

 

 

 

 

 

 

 

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