Epistolar
“Se escribe para dar vida, para liberar la vida allí dónde está presa, para trazar líneas de fuga”
Gilles Deleuze.
Cuando Nectali se fue a la Argentina, no teníamos manera de llamarnos, entonces nos envíabamos cartas por correo ordinario.
Todo se demoraba lo que se tenía que demorar, las cosas llegaban con el tiempo de antes y uno atendia con especial entusiasmo lo recibido y así vivíamos, libres de lo que es pa´ya.
Mi relación epistolar con Nectali terminó cuando decidió volver a Colombia, no sin antes enviarme como aviso de futuro, ya no una carta sino un casete de cinta magnética, cinta que aún conservo, el papel se perdió con los días, el sol y el agua.
Y como siempre he sido un perdido de las causas que se sueñan, llegaron a mí dos historias, ambas cruzadas por la atrocidad de la guerra, que, en su bélica deformación de la vida, dejan ver lo vital que hay siempre en lo humano, sobre todo cuando lo vivo se escribe con tinta y con amor.
Terminada la guerra civil española en el regimiento de cazadores de Villaviciosa Nº 14 de caballería en Melilla, cumplía con el deber de prestar servicio militar para la tranquilidad de Franco, el joven Fontcuberta.
Cuenta Fontcuberta hijo que la única distracción de su padre era subir al monte Gurugú a “leer las aventuras de “EL ZORRO” a la sombra de las chumberas”; el aburrimiento mataba los reclutas y alguno propuso conquistar vía correspondencia las doncellas en edad de merecer.
Los domicilios de las bellas damas provenían del capital de contactos que debían tener cada uno, pues venían de lugares diferentes del país.
El más locuaz redactó una carta en abundancia de sentimientos y quien sabe cuantas más soledades y proezas, pidiendo, claro está, sostener a la vuelta un intercambio de correspondencia.
Las direcciones fueron sorteadas y el padre Fontcuberta como su hijo, recuerdan y alardean con jocosidad las notas de la carta primigenia: “Señorita: no quiero entrar en detalles sobre la forma como he obtenido su dirección por ser este un secreto en la relación que trato de conseguir con usted. ¿Qué le diré de mi persona? Sepa tan sólo que soy un soldado del ejército español que, separado de los suyos y amigos allende el tranquilo mar, no le suceden los días con la velocidad deseada”.
La madre del joven Fontcuberta respondió la carta con el compromiso que renunciara en las próximas a el tono “amanerado” de la primera.
Las correspondencias fueron y vinieron y hoy son ya tres más generaciones de los Fontcuberta.
La otra, es la historia de la unidad seis triples ocho “central postal directory battalion” la primera unidad negra de mujeres en pisar Europa con la tarea imposible de hacer llegar 17 millones de cartas a los reclutas que se movían permanentemente en el campo de batalla.
Ellas idearon un método, descifraron un patrón e hicieron llegar los sobres con palabras, pañuelos perfumados y objetos personales a la tropa y a sus familias. No sin antes tener que soportar la segregación y los abusos de sus superiores blancos.
Y así, con ese invento maravilloso del lenguaje, la vida cobra siempre sentido, porque sola en si misma la vida no lo tiene, hay que nombrarlo y escribirlo para que sea posible.
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